‘Nosotros vamos al día, señor, qué quiere que hagamos’
2 minutos de lecturaNo todos pueden guardarse en casa, en emergencia sanitaria, a pesar de las recomendaciones de cuarentena; quienes así lo hicieran reducirían sus posibilidades de sobrevivencia.
Doña Alejandra López Bautista, una mujer de 78 años que vende aguacates, indica: «Los que tienen dinero se guardan en su casa, pero nosotros no. Si yo le pido regáleme 100 pesos usted me dice: ‘¿por qué le voy a regalar?’
Ella pertenece a ese numeroso sector que no puede quedarse quieto porque si no vende no come. Por ello la sinceridad de esta mexicana, quien, además, se siente profundamente orgullosa de sus raíces.
Respondiendo a la pregunta del reportero sobre su presencia en las calles siendo mayor de edad, y en el grupo vulnerable para el contagio, advierte que «como ahorita digo, si no vengo a vender, esto se echa a perder, y ahorita el aguacate está caro, ¿qué quiere que haga yo?, ¿tirarlo?, ¿echarlo a perder?»
«No. Lo voy a vender, y así lleva ya uno aunque sea un kilo de azúcar, aunque sea un aceitito, algo ya para ayuda de la casa. ¿Si no de dónde? Los que tienen ya compraron sus cajotas, y uno qué. Nosotros vamos al día, señor, qué quiere que hagamos».
Sin embargo, consciente del peligro de la pandemia, planea en unas semanas ya no comprar el producto para guardarse en casa.
«Los mexicanos somos trabajadores; no somos sinvergüenzas ni somos nada, ¡eh! Gracias a Dios, Dios nos dio nuestro don para salir adelante, trabajar, comer y beber aunque sea tortilla remojada».
Cuenta su historia mientras parte con el cuchillo algunos de los aguacates y ahí sentada afuera del mercado, prepara guacamole y pregunta a quienes pasan «qué van a llevar».
«La verdad nosotros no teníamos ni pa’comer. Mi suegra era bien pobrecita. Y luego no sabíamos de dónde ella… mi suegra se dedicaba a ir al campo a las rebuscas, con las calabacitas, y nos las cocía con salecita en el rescoldo.
«Una tía me dice vamos a vender aguacate, me enseñó ella. Echábamos el chiquito y otro más grande y el más grande encima. Y de ahí ya sacábamos para la manteca, para un cacho de carne».
Hoy doña Alejandra no puede quedarse en casa, pero debemos todos reconsiderar las mejores estrategias de protección.
No podemos dejar a la intemperie a mexicanos de tanta valía como ella, a expensas de ese enemigo invisible que no detiene su contagio.
FUENTE: EXCELSIOR