La «Mafia» mexicana que marcó a Gabo y «Cien años de soledad»
5 minutos de lecturaDurante muchos años, Gabriel García Márquez afirmó que él no hubiera podido escribir Cien años de soledad y otras de sus obras sin la ayuda de sus amigos. Resultaba difícil de rastrear esa armación para determinar qué amigos y cuál fue su contribución, pero el investigador español Álvaro Santana-Acuña decidió encontrar las respuestas que le llevaron 11 años de trabajo pero dio con los integrantes de “La Mafia”, un grupo literario conformado por escritores y artistas mexicanos que operaron en los años 50 y 60. Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Emmanuel Carballo, Elena Garro, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Luis Alcoriza y Luis Buñuel, unos más y otros menos, estuvieron cerca del Premio Nobel de Literatura durante la gestación de la novela. Esa mafia cultural de intelectuales y creadores mexicanos cercanos al suplemento La cultura en México, de la revista Siempre!, fueron esenciales para Gabo y para la creación de su emblemática novela publicada en 1967.
La presencia de México y de los amigos mexicanos que lo ayudaron con lecturas, consejos e incluso reportes sobre temas como la alquimia y las plantas medicinales es parte medular del libro Ascent to Glory: How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic (Ascenso a la gloria: cómo se escribió ‘Cien años de soledad’ y cómo se convirtió en un clásico global), que ayer comenzó a circular en inglés, en versión impresa, en Estados Unidos, bajo el sello de Columbia University Press.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el profesor del Whitman College, Álvaro Santaña-Acuña, enfatiza la importancia de México, de su cultura y de los escritores de “La Mafia” para Gabo y para su novela; habla de cómo el crítico literario Emmanuel Carballo fue leyendo semana a semana los avances del libro, de la primer reseña de Carlos Fuentes tras leer los primeros tres capítulos, y del adelanto que García Márquez leyó en 1967 ante amigos mexicanos en la OPIC, espacio cultural que estaba muy cerca del Palacio de Bellas Artes.
Fuentes para México en la cultura, número 679, 29 de junio de 1966. “Creo que no están todos los que fueron pero sí están todos los que estuvieron allí, por ejemplo, uno de ellos fue José Emilio Pacheco, a quien García Márquez le pedía también que le buscara información sobre, por ejemplo, plantas medicinales, sobre alquimia, y esa investigación estaba en un pequeño reporte que le hacía”, cuenta Santana-Acuña. Para el investigador fue una confirmación de lo dicho por el propio García Márquez; le sorprendió la complejidad de todas esas voces que no eran solamente los amigos que iban a su casa a hablar con él, a contarle anécdotas y a darle informaciones, sino que él pidiera y usara a amigos como asistentes de investigación.
También documentó otros dos hechos que están en el libro: que el propio García Márquez leyó en 1967 un avance de la novela en el OPIC, y que le hubiera pedido a Carballo que la leyera de principio a n. El gran Carballo “Una de las personas absolutamente imprescindible para la novela fue Emmanuel Carballo”, dice Santana-Acuña, quien cuenta que García Márquez y Carballo, quien ya era uno de críticos literarios más importantes en lengua española, se conocieron en el autodenominado grupo de “La Mafia”. Carballo fue de los primeros que escribió sobre la obra de García Márquez, lo hizo en 1963 cuando Ediciones Era publicó la primera edición mexicana de El coronel no tiene quien le escriba”; Carballo escribió una nota muy positiva en La cultura en México y en esa entrevista García Márquez le confiesa que uno de sus grandes proyectos, la biografía del coronel Aureliano Buendía, no se escribiría nunca, pues pasaba por un momento creativo difícil.
Años después, García Márquez acudiría a Carballo para pedirle que fuera él quien leyera el manuscrito de principio a n. Se reunieron por meses, semana a semana, Gabo llevaba cada semana a la casa de Carballo lo que había escrito la semana anterior, y a su vez Carballo le daba comentarios sobre lo que le había dejado la semana anterior. “Durante esas horas de los sábados que se prolongaron durante meses vemos que uno de los mejores críticos literarios del momento le estaba dando al escritor su opinión profesional sobre lo que estaba escribiendo y García Márquez evidentemente incorporó muchas de las sugerencias que le hizo Emmanuel Carballo, ahí podemos ver cómo un poco la propia voz de Carballo terminó también formando parte de las otras muchas voces que García Márquez canalizó en la escritura de la novela”, apunta el investigador. Para agradecerle, García Márquez le regaló una copia mecanuscrita del texto final de Cien años de soledad, un documento que desde hace año y medio se puede ver en el Museo Soumaya en la que fuera la casa de Guillermo Tovar de Teresa.
Santana-Acuña cita también que en México, el 29 de junio de 1966, se publicó la primer reseña de Cien años de soledad, hecha por Carlos Fuentes un año antes que se publicara la novela. Eso lo lleva a concluir que la industria literaria que existía en la Ciudad de México en aquella época fue fundamental para García Márquez y para su más importante novela. “En muchos sentidos, el famoso boom de la literatura latinoamericana tiene en Ciudad de México uno de sus núcleos centrales, aunque se suele hablar mucho del boom como algo que ocurrió en Barcelona, en Buenos Aires”, concluye el autor del libro de casi 400 páginas que es la biografía de Cien años de soledad . Se espera que el libro de Santana-Acuña se publique en español en 2021. Es una obra fundamental sustentada en una investigación por distintos países, en acervos y hemerotecas, en particular en el archivo personal que la familia del Nobel vendió al Ransom Center de la Universidad de Texas. Una obra que habla de las cuatro amigos fundamentales de Gabo: María Luisa Elío y Jomi García Ascot, a quienes dedicó la novela en español; y Carmen Miracle y Álvaro Mutis, a quienes dedicó la edición en francés, pero se adentra en los amigos mexicanos que fueron fundamentales.
FUENTE: VANGUARDIA