25 de noviembre de 2024

Clarin Veracruzano

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La «Joven de la perla» de Johannes Vermeer tiene pestañas marrones

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Científicos descubren a través de técnicas no evasivas de imagen y escaneo que la pintura "Joven de la perla" (1665) del pintor holandés Johannes Vermeer
La "Joven de la perla" de Johannes Vermeer tiene pestañas marrones

La pintura «Joven de la perla» (1665) muestra a una chica desconocida, quizás producto de la imaginación de Johannes Vermeer, de pestañas marrones apenas visiblesposando delante de una cortina verde y no de un espacio oscuro vacío como se creía hasta ahora, según un estudio publicado hoy.

A través de técnicas no evasivas de imagen y escaneo, como la microscopía digital y el análisis de muestras, los científicos han «personificado» más a la modelo de Vermeer, pero este estudio, el único en 25 años, «no han logrado concluir quién fue la joven, ni siquiera se sabe si llegó a existir«, lamenta Martine Gosselink, directora del Mauristhuis, hogar de la conocida como la Mona Lisa holandesa.

El hallazgo más sorprendente para los científicos es que Vermeer pintó a la joven, cuya identidad seguirá siendo un misterio, delante de una cortina verde, un descubrimiento reflejado en un escáner que muestra un pliegue en la parte superior derecha, unas líneas diagonales y unas variaciones de color que sugieren la existencia de una tela doblada.

El paso de los años, desde el siglo XVII, ha provocado que esta cortina vaya desapareciendo, «resultado de cambios físicos y químicos en la pintura verde translúcida«, pero su existencia no es rara, no es la única vez que el maestro holandés pintó cortinas en uno de sus cuadros, según Annelies van Loon, investigadora científica del Mauritshuis y el Rijksmuseum.

«La diferencia es que dibujaba las cortinas delante de la gente, y no detrás. En otros cuadros, la cortina es verde oscura, y creemos que el fondo de la ‘Joven de la perla’ era también verde oscuro cuando Vermeer lo pintó«, detalla Van Loon.

«En una muestra, vemos que aplicó una capa negra, y, encima, otra capa que contiene pigmentos azules y amarillos, que juntos resultarían en verde, si no fuera porque se diluyeron por la exposición a la luz«, añade la investigadora.

Este es solo uno de los cambios que vivió la «Joven de la perla» estos últimos siglos, pero el cuadro también sufrió variaciones durante el proceso de la pintura.

Vermeer hizo cambios en la posición de la oreja, la parte superior del pañuelo y desplazó una parte del cuello de la chica, según imágenes infrarrojas, en las que se pueden ver amplias pinceladas en capas subyacentes, que ahora se encuentran debajo de la pintura visible.

Además, después de dibujar el fondo verdoso y la piel de la cara de la niña, aplicó sucesivamente capas de pintura para la chaqueta amarilla, el cuello blanco, el pañuelo en la cabeza y al final la famosa perla, que no es más que una ilusión óptica del observador: son toques translúcidos y opacos de pintura blanca, y no hay un gancho para colgar la «perla» en la oreja de la joven.

En contra de la creencia popular, Vermeer sí pintó unas líneas finas, usando una técnica muy sutil, que representan sus pestañas, según muestra un escáner fluorescente de macrorayos X (MA-XRF).

Los pelos alrededor de ambos ojos tienen puntas apenas visible para el ojo humano, debido al fondo oscuro descolorido con el paso de los siglos.

La paleta de colores que tuvo el maestro holandés también sale a la luz con este estudio: rojo bermellón, varios tonos de amarillo y marrón hechos con pigmentos de tierra y plomo-estaño, azules ultramarino y añil, negro de marfil y de carbón, y albayalde, dos tipos de plomo blanco característicos de la pintura artística.

Las materias primas para hacer estos colores especiales provenían de todo el mundo, regiones que hoy pertenecen a México, América Central, Reino Unido y Asia.

Los expertos se «sorprenden» del uso frecuente por Vermeer del azul ultramar de alta calidad en el pañuelo y la chaqueta, porque es una piedra semipreciosa, el lapislázuli, que proviene de la actual Afganistán, y su preparación suponía un proceso «lento y laborioso».

«En el siglo XVII, el pigmento era más precioso que el oro. Esta investigación sugiere que la piedra puede haberse calentado primero a una temperatura alta, y eso facilitó que sea molida para obtener un color azul más intenso«, subraya Van Loon.

FUENTE: VANGUARDIA

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