EL PODER DEL PUEBLO
2 minutos de lecturaEn Orizaba, tierra cercana en geografía y cariño a mi querida Córdoba, han dado un ejemplo lamentable de su desesperación, frustración, enojo, autoritarismo, pero sobre todo, de su miedo desbordado ante lo que se les aproxima.
Tanto, que incurrieron en al menos un delito, como lo es la usurpación de funciones públicas, al arrogarse el carácter de Legisladores Federales sin serlo.
Un grupo minoritario de ediles, encabezados por su Alcalde, acordó una insólita prohibición a sus ciudadanos: manifestar gráficamente su preferencia electoral en los inmuebles de su propiedad dentro del municipio.
Básicamente: está prohibido que el dueño de una barda (sí, ¡el dueño!) la pinte con elementos de la Cuarta Transformación (sí, ¡con su propio dinero!).
Para la mayoría de las personas sensatas, eso choca con la más elemental de las lógicas: “mi barda la pinto como yo quiera con mi dinero, siempre que no ofenda a nadie”.
El de Orizaba es un acuerdo de Cabildo que atropella los derechos fundamentales de las personas a la libertad de expresión, a la libertad política, a la propiedad privada, pero sobre todo atropella al sentido común.
Un berrinche ilegal que adjudica al Ayuntamiento funciones en materia electoral que no tiene.
Una pataleta inconstitucional que busca ser aplicada de forma retroactiva para borrar bardas que ya han sido pintadas.
Un arrebato ilegítimo que ni siquiera repara en el detalle de que un Acuerdo de Cabildo no es una Ley y no puede estar encima de éstas.
Resulta irónico que algunos opositores de la Cuarta Transformación suelan acusarla, sin pruebas, sin argumentos y sin motivo, de ser autoritaria, intolerante y represora de las libertades.
Y, más, que sean ellos mismos, herederos del régimen de corrupción y de –ellos sí- intolerancia y represión quienes expresen esas temerarias acusaciones.
Si la Cuarta Transformación tuviera tentaciones dictatoriales, no habría ganado el PRI en Hidalgo y Coahuila.
Orizaba es la muestra de que son ellos los que sí tienen en la mente, el corazón y en el escritorio la agenda totalitaria y tiránica.
Viniendo de quien defiende una estatua de Porfirio Díaz en su municipio –en contra de su propio Cabildo-, pocas cosas buenas podemos esperar de él.