21 de noviembre de 2024

Clarin Veracruzano

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EL FORTÍN INSURGENTE DE LA ANTIGUA (1814-1816)Texto/Imagen:L.C.C. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias *DERECHOS RESERVADOS

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La revuelta desatada por el padre Miguel Hidalgo y Costilla el 16 de septiembre de 1810 en el pueblo de Dolores de la Intendencia de Guanajuato, se extendió progresivamente por todo el territorio de la Nueva España hasta llegar a la provincia de Veracruz en el año de 1811. Se tienen noticias de ataques por parte del insurgente Machorro en el mes de marzo, en los alrededores de Xalapa y Coatepec. El 2 de mayo, se avistaron partidas numerosas de gente armada en Medellín, Jamapa y Cotaxtla. El 22 de mayo atacaron Tlalixcoyan y se extendió el conflicto alrededor de la ciudad de la ciudad amurallada de Veracruz.

El 14 de enero de 1812 comenzaron los ataques en el área del Puente del Rey y para el día 4 de marzo, los insurgentes dominaban ya gran parte de las costas de Sotavento y Barlovento. Así, de esta forma, la guerra se propagó aun más y llegó al pueblo de La Antigua, que en el siglo XVI había sido la ciudad de Veracruz y cuyo cabildo fue el primero de la Nueva España de 1519 a 1608.

Numerosos caudillos y líderes de bandoleros se alzaron en armas y hostilizaron las dos rutas del camino real entre Veracruz y Xalapa, para apoderarse de los convoyes que bajaban escoltados militarmente desde la Ciudad de México, transportando los efectos y dineros del comercio con destino a la península Ibérica.

GUERRA Y DESTRUCCIÓN

Los habitantes de La Antigua apoyaron la causa de los insurgentes (como se conocía a los alzados) contra el ejército leal al rey de España (conocidos como realistas). La guerra fue intensificada por el virrey Félix María Calleja del Rey, quien desató contra los insurgentes medidas radicales que incluían el saqueo y la destrucción de las poblaciones leales al enemigo.

Así, el 5 febrero de 1813, el coronel Juan José Olazábal, comandante del regimiento expedicionario América, logró llegar a la ciudad de Veracruz desde Xalapa tras 11 días de penosa marcha. En el puerto se reforzó con algunos piquetes de la infantería de los regimientos de Zamora, Castilla, Lobera y Fernando VII y con 100 dragones recién venidos de España, saliendo el día 9 hacia Xalapa, desde donde envío la correspondencia europea a la Ciudad de México.

Pero antes, ejerció represalia sobre los asentamientos que habían apoyado a los rebeldes, como señala el historiador xalapeño Manuel Rivera Cambas en su obra HISTORIA ANTIGUA Y MODERNA DE JALAPA Y DE LAS REVOLUCIONES DEL ESTADO DE VERACRUZ publicada en 1869:

“Al regresar Olazábal de Veracruz, envió desde Santa Fe una partida para que destruyera el caserío que tenían establecido los insurgentes en el punto de San Bernardo, también hizo salir del Puente del Rey 300 hombres, y un obús a las ordenes de D. José Santa Marina, para que atacasen a los insurgentes que estaban en la Antigua, los cuales fueron dispersos, y se les tomaron 5 cañones y algunos fusiles, y en seguida considerando que un pueblo como el de la Antigua, que tantos perjuicios había causado, no debía ya de existir, dispuso “que se demoliera y quemara todo, como en efecto se verificó quedando todas las casas reducidas a cenizas.” (Rivera Cambas, 1869:204)

La Antigua fue devastada el 12 de marzo de 1813 y el siguiente 3 de abril ardieron también el pueblo de Medellín y la ranchería de El Tejar, al negarse don José de Quevedo, gobernador de Veracruz, a atender una carta de condiciones de pacificación de parte de los insurgentes de Medellín.

Para 1814, era casi total el dominio del camino real Veracruz-México por parte de las guerrillas acaudilladas primero por el líder Nicolás Bravo y luego de Guadalupe Victoria. Habían sido comisionados por el padre José María Morelos y Pavón, sucesor de Hidalgo en la conducción de la guerra, para extender la rebelión en la provincia de Veracruz.

En ese año operaba en el espacio entre La Antigua, San Carlos Chachalacas y Nautla, el cabecilla rebelde Claudio apodado «El Chino» y de quién casi nada se conoce. Aportaba a la causa de la insurgencia hostilizando a las fuerzas realistas con más de 100 hombres de caballería y al parecer había levantado parapetos en la ruta entre La Antigua, San Francisco y Paso de Varas con mejor pericia que otros insurgentes, controlando el camino real viejo a Xalapa.

En tanto que Victoria desde el Puente del Rey hacía lo mismo con el camino real nuevo que el ingeniero militar Diego García Conde contratado por el Consulado de Veracruz, había iniciado el 18 de abril de 1803 y suspendido los trabajos el 20 de mayo de 1812.

Esta situación provocó que la comunicación militar entre Xalapa y Veracruz se suspendiese durante unos 7 meses. En ese tiempo, un convoy comercial que debía salir de Xalapa por orden del virrey el 30 de octubre de 1814 con 3 millones y medio de pesos de las ciudades de México y Puebla con destino a la ciudad amurallada. La misión de forzar el paso fue encomendada al veterano coronel Luis del Águila, quien tenía varios años combatiendo a los insurgentes en otras partes del país con regular fortuna.

El 11 de noviembre salió de Xalapa una columna realista de unos 500 hombres con destino a Veracruz. Ahí se le reforzó con 200 soldados más y bastantes víveres. Esta columna al mando del sargento mayor José María Travesí en su viaje de regreso por el camino real nuevo, se enfrentaron el día 28 con los rebeldes en el puente del río San Juan, mismos que fueron arrollados al costo de varios muertos y 12 heridos. Muy maltrechos con más de 30 heridos llegaron hasta Paso de Ovejas no sin ser combatidos antes en los Manantiales (hoy Plan del Manantial) y Tolome.

Después de reponerse trataron sin éxito de forzar el paso en el Puente del Rey contra una fuerza rebelde, por carecer de fuerzas suficientes, Retrocedieron a Santa Fe y Veracruz, donde fue reforzado nuevamente con 50.000 cartuchos de fusil, un cañón de a seis libras y más víveres. El 5 de diciembre salió nuevamente de Veracruz y en esta ocasión atacó La Antigua donde tomó los parapetos construidos por el enemigo y el 8 de enero pudo ocupar el Puente del Rey, mal defendido por las fuerzas de Victoria, que no tenían una guarnición permanente en ese sitio de gran importancia estratégica.

Con parte del camino real despejado, el coronel del Águila partió desde Xalapa el 31 de diciembre sin hallar oposición fuerte a su columna. Hasta que nuevamente fue atacado por la caballería enemiga en Tolome y Manantiales y se vio obligado a salirse del camino guiado por los expertos capitanes José Antonio y Manuel Joaquín Rincón Calcáneo que habían trabajado con García Conde en la construcción del camino real nuevo y el Puente del Rey, conocían por tanto los pasos y veredas del mismo. La fuerza realista se dirigió hacia La Antigua, a donde arribó el 5 de enero hallando poca resistencia.

EL ORIGEN DEL FORTÍN

El coronel del Águila aprovechó las circunstancias tácticamente favorables para su tropa para fortificar en La Antigua, no el pueblo -que continuaría destruido y sin habitantes permanentes hasta su reconstrucción en 1817- ni sus calzadas y entradas del camino real viejo, que habían sido varias veces duramente castigadas por el ejército enemigo.

Su interés fue un punto estratégico en la orilla opuesta del río, en donde los ríos San Juan (también conocido como río Chico) y La Antigua se unen hasta la fecha. Desde ese punto terminal podía controlar con artillería el camino real viejo que venía por la costa desde Veracruz y donde antes de cruzar el río San Juan, hasta 1809 existió el servicio oficial de barcas para realizar el cruce, fue cancelado al entrar en servicio el Puente del Rey como único paso seguro y permanente del gran río.

También podía ejercer vigilancia y cañonear el camino que cruzaba los terrenos de la hacienda de Manga de Clavo y que unía los caminos reales viejo y nuevo a la altura del río San Juan. Otro camino por la orilla de este llegaba directamente a ese punto, que el coronel del Águila bautizó como fortín de La Antigua.

Por documentos escritos en abril de 1816 por el brigadier Fernando Miyares y Mancebo, superior del coronel del Águila, él atribuye la obra al «Chino Claudio» alabando la estructura pero señalando claramente sus defectos, como resultado de la inexperiencia o ignorancia de sus constructores que no eran militares de carrera. Por lo que se puede apreciar, el coronel del Águila se limitó a reparar y fortalecer el fortín ya existente desde 1814 con intención de reutilizarlo en el futuro.

La fuerza realista estuvo varios días en La Antigua pues del Águila realizó una operación de limpieza de reductos rebeldes a fin de abrir por fin el camino real a otros convoyes. De esta forma, atacó también los parapetos y fortines que Victoria y sus subordinados querían levantar en el puente San Juan, en el cerro del Zopilote y el Puente del Rey, para mantener un control permanente de esta vía de comunicación considerada la más importante de la Nueva España.

El 14 de febrero de 1815, ya en Xalapa, el coronel del Águila se reportó con el gobernador de Veracruz, escribiendo estas líneas que dio a conocer el periodista insurgente Carlos María de Bustamante en su obra CUADRO HISTÓRICO DE LA REVOLUCIÓN DE LA AMÉRICA MEXICANA publicada en 1844:

«Con fecha de 9 dirijí á V. S. y por mas prontitud al Exmo. Sr. virrey el parte cuyo duplicado incluyo, solo añadiendo ahora á V. S. que fortificada completamente la Antigua con víveres para veinticinco días, y concluyéndose la provisión para dos meses, desde esta plaza seguí mi movimiento por el camino viejo á Jalapa, saliendo de aquí con víveres el 13. Todos los caminos, y el real donde tienen los fuertes de que hablé á V. S. están cubiertos con espesísimas talas: así es que después de mucho trabajar, no pude pasar el 14 de S. Francisco, una legua de la Antigua. Seguí el 15 mi marcha, y á legua y media cerca del Paso de Varas hallé otra tala, y señales de parapeto.

Mientras á la cabeza de las guerrillas lo reconocía, recibimos de entre la maleza una descarga á quema ropa de que fui herido con el teniente Guerrero y subteniente Morenza, que con otros oficiales me acompañaban y seis soldados. La pérdida de sangre me obligó á entregar el mando al teniente coronel Zarzosa, quien creyó prudente volverse á esta plaza para depositar los heridos.

Me dan esperanzas de que podré montar á caballo de aquí á cinco ó seis días, en cuyo caso volveré á tomar el mando para seguir por el mismo rumbo, único por donde militarmente se puede abrir camino, á pesar de los enemigos que como anteriormente he dicho á V. S. son muchos, y resueltos á no admitir función decisiva. Dios &c. Veracruz 17 de enero de 1815.» (Bustamante, 1844:189-191)

La actividad del Águila y la fuerte respuesta insurgente lo dejaron a él y a su tropa, imposibilitados de volver a atacar durante 16 días. Cuando lo hicieron el 22 de enero, en tres días llegaron a Xalapa. El 5 de febrero, salió de Xalapa una sección a las órdenes del teniente coronel don Pedro Zarzosa, con el objeto de hacer una incursión a la Antigua pero los insurgentes se retiraron al pueblo de San Carlos donde tenían su cuartel general y hospital dotado de 150 camillas para transportar heridos. Los persiguió, devastó unas casas con techo de palma y se marchó hacia Vergara y Veracruz.

En los meses siguientes la falta de hombres, cañones y recursos financieros suficientes para sostenerlos en campaña, causaron que La Antigua y otros lugares de reunión que ya se habían limpiado de rebeldes, se volvieran a llenar de ellos. Del Águila culpó a los comerciantes del Consulado de Veracruz que pagaban una cuota de peaje a los insurgentes y así estos financiaban su guerra. Estos recursos llegaban a ser cuantiosos y rompían la posibilidad de pertrechar bien a los soldados por canalizarse al bando opuesto.

LA ARQUITECTURA MILITAR

El coronel del Águila trazó un plano del fortín de La Antigua en la confluencia de los ríos La Antigua y San Juan. Según la escala de medición que establece para la longitud del fortín, este tendría alrededor de 92 metros de longitud y 67 metros de ancho, formando un rectángulo regular armonioso sin desniveles pronunciados por hallarse en un terreno plano totalmente despejado de vegetación, ocupando un área de aproximadamente 6,164 metros cuadrados.

Si el edificio estuviese a la altitud actual en el mismo punto geográfico que hoy se aprecia, se habría construido a unos 6 metros de altura sobre el nivel del mar. En 1815 las condiciones del río La Antigua serían muy diferentes, pues su caudal, anchura y fuerza de la corriente serían aproximadamente el doble de lo que es en el siglo XXI.

El diseño del fortín añadido a su ubicación geográfica, indica que se trata más bien de una batería de cañones cuya función era el control terrestre de los caminos a Veracruz, Manga de Clavo y hacia Tolome, San Fernando y el Puente del Rey. Así como el control fluvial del paso de las embarcaciones hacia la barra y por el río San Juan. Prueba de ello es que tiene cañoneras orientadas precisamente a esos caminos y el muro que fue levantado hacia el rio La Antigua fue diseñado corrido y a barbeta, permitiendo el disparo de fusilería y cañones de bajo calibre para barrer y hundir piraguas y lanchones de bajo tonelaje en un alcance máximo de 250 metros y efectivo de 50 a 100 metros. En el plano no se detalla, pero es posible que el muro estuviese complementado con una banqueta de piedra para facilitar el trabajo de los tiradores.

En su construcción debieron intervenir personas que tenían si no un conocimiento avanzado de arquitectura militar, al menos sí una idea bastante clara de ella. Se conoce que entre los insurgentes no fue una rareza encontrar personas con conocimientos variados y especializados en química, arquitectura, fundición, medicina, armamento, etcétera. Las cuales ayudaron a caudillos como a Hidalgo a perfeccionar su artillería y como a Victoria a levantar varios fortines próximos a las orillas de los caminos reales donde se combatía o en lugares inaccesibles como el de Monte Blanco y Palmillas.

Si se le compara con fortificaciones del mismo periodo histórico y de la misma región como la batería de cañones Atalaya de la Concepción, custodia del Puente del Rey, los muros del fortín debieron estar hechos de mampostería de piedra de río -abundante en la zona- y mortero de cal y arena. Los muros con una posible altura de 1.70 metros y un espesor entre 60 y 1.20 metros con piedra cortada en escuadra y dispuesta en escarpa, habrían sido levantados sobre un estacado profundo de madera, a fin de tener firmeza y estabilidad en un terreno arenoso poco sólido y fácilmente socavado por la acción de las aguas demasiado cercanas. La inclinación y grosor ayudarían a resistir los impactos de la artillería enemiga en la eventualidad de ser sitiados.

Destacan dos grandes muros triangulares a modo de revellines, es decir, un tipo de fortificación gruesa frente al cuerpo principal de una fortaleza, cuyo objetivo es dividir a una fuerza atacante y proteger los muros de cortina mediante fuego cruzado. En este caso, su utilidad sería para reforzar el centro y extremo del fuerte impidiendo la entrada del enemigo. La misma función desempeñaba el muro grueso en diagonal (espaldón) que protegía la entrada por el lado del río San Juan, impidiendo que desde la orilla opuesta se le pudiera dañar con fuego de fusilería y cañones. Los espaldones a diferencia de los parapetos, no estaban diseñados para que los defensores pudiesen disparar por encima de ellos.

El gran tamaño del fortín, aunque el coronel del Águila lo considera un reducto (el tipo más pequeño de fortificaciones), indica que fue pensado no solo como una plataforma artillera, sino como un sitio de mando reemplazando el que pudieran haber tenido en el pueblo de La Antigua antes de su devastación en 1813. Además de servir como plaza de armas para infantería y un corto contingente de caballería que actuase como exploradores y lanceros.

Cuando fue ocupado por los realistas en 1815 y parte del 16, su guarnición estuvo regularmente integrada por 100 hombres bien abastecidos y dotados de abundante fusilería y artillería de calibre pequeño y medio. El amplio espacio les permitiría disponer de uno o varios tinglados de madera para protegerse del calor solar, un almacén de provisiones y un polvorín.

Esta fortificación sería un sitio carente de la belleza simétrica de un fuerte como el de Órdenes Militares en Plan del Río, pero sí lo suficientemente amplio y recio para dar protección a sus ocupantes, así como control armado del área circundante.

EL FINAL DEL FORTÍN

El lugar no tuvo una larga vida, pues el 18 de junio de 1815 llegó a Veracruz una escuadra de naves de transporte escoltadas por buques de guerra, trayendo desde Cádiz al brigadier venezolano Fernando Miyares y Mancebo, considerado uno de los mejores y más capaces jefes que hicieron la guerra contrainsurgente. Bajo un plan rotativo de servicio de 2 años en ultramar, traía bajo sus órdenes 1 749 soldados: el Regimiento de Órdenes Militares No. 33 al mando del coronel Francisco Xavier de Llamas (2 batallones con 1 126 soldados de la infantería de línea) y el batallón de Voluntarios de Navarra al mando del coronel José Ruíz (623 soldados de infantería ligera).

Esta expedición, más poderosa que otras llegadas desde 1812 a reforzar al ejército realista, traía objetivos muy precisos:

“El objeto de mi venida a este reino con los regimientos de infantería de Órdenes Militares y Voluntarios de Navarra fue el de establecer un camino militar de Xalapa a Veracruz, asegurándolos con fuertes de campaña o del modo que yo tuviese por más conveniente.” (Ortiz Escamilla, 2008:240-241)

Debido a la temporada de lluvias, a la urgencia por sacar a sus soldados de la zona de epidemias de la costa y de reorganizar fuerzas para cumplir sus objetivos, Miyares se trasladó enseguida a Xalapa y abrió su campaña hasta el 24 de julio venciendo en Puente del Rey a los insurgentes. Sin embargo, su choque directo contra Victoria se dio hasta el 1 de diciembre, cuando al frente de todas las fuerzas que pudo reunir sitió la principal base insurgente en el cerro de la Derecha a un costado del Puente del Rey.

El día 8 por la noche, sus cazadores navarros escalaron y capturaron la fortificación que fue abandonada por sus defensores y que recibió al día siguiente el nombre de Atalaya de la Concepción.

Con Victoria en fuga hacia Acazónica y los demás grupos de insurgentes en confusión por la perdida de su principal base militar con cuantiosos armamentos y víveres, Miyares aprovechó para continuar su victoriosa campaña limpiando de guerrillas el camino real. El día 13 de diciembre se dirigió contra la posición insurgente de La Antigua, dirigida por el «Chino Claudio».

En esta operación llevó al 1er. Batallón del regimiento Órdenes Militares, todo el regimiento de Voluntarios de Navarra, sus tropas de caballería al completo y cuatro cañones. Tras una marcha llena de obstáculos, alrededor de las diez y media de la noche llegó a la vista del fuerte, constatando en su reconocimiento que tendría muy poco de haber sido abandonado. Inmediatamente realizó su captura y apostó guardias.

Miyares evaluó el fortín con su experiencia como ayudante de ingeniero y lo manifiesta en su informe a su superior Francisco Xavier Abadía, inspector general de Indias, el 10 de enero de 1816:

«Este fuerte es la obra de fortificación más bien construida que he visto de los rebeldes, y en consecuencia, la dejo intacta para ocuparla, trayendo de Veracruz las tropas y objetos necesarios para su ocupación.» (Ortiz Escamilla, 2008:220)

Tomó las disposiciones para volverlo operativo para su campaña militar:

«Día 17. A la una del día salió la división para La Antigua, reforzada de 100 hombres de infantería del fijo y 26 lanceros de Veracruz que he sacado de aquella plaza con el objeto de guarnecer el fuerte de La Antigua. También se han traído por mar las raciones y municiones necesarias al citado destacamento, y también un cañón de a 12 y uno de a cuatro, montado este último en una pequeña lancha. El total de la división vivacó en la barra del río La Antigua, y sólo siguieron aproximándose al fuerte los 100 hombres del fijo de Veracruz y la compañía de cazadores de Navarra, mandadas ambas por el teniente coronel D. Pedro Zarzosa, cuya caballería se estableció en los callejones, y en paraje oportuno para que pudiese pastar. Día 18. Al amanecer de este día se puso en marcha el regimiento de Navarra y pasó a ocupar el fuerte de los enemigos, quedando el primer batallón del regimiento de Órdenes en la inmediación de la barra del río La Antigua. Todo este día se ha empleado en desmontar una pequeña altura situada a la derecha del río La Antigua y donde opino debe construirse el fuerte. Se ha montado la pieza de a 12 en el fuerte construido por los rebeldes y se han introducido en él los víveres y municiones necesarias.» ( (Ortiz Escamilla, 2008:220)

Y trazó su futuro en su informe del estado de la provincia del 8 de abril de 1816 a su sucesor José Dávila en el gobierno de la ciudad de Veracruz:

«El fuerte de La Antigua fue hecho por el cabecilla llamado “el Chino” Claudio, que lo abandonó sin defenderlo; es la mejor obra que he visto de los rebeldes, pero tiene vicios y las razones siguientes obligan a abandonarlo:

1ª. Su situación es en la confluencia de los ríos de San Juan y La Antigua, y en un paraje que suelen inundarlo las grandes avenidas, y como éstas sobrevienen generalmente en los meses de junio, julio y agosto, es necesario abandonar prontamente aquel local para no exponerse a un accidente desgraciado.

2ª. Su situación baja hace que pueda ser el interior de su recinto enfilado desde la orilla opuesta del río de San Juan, y desde el punto donde termina una vereda que, viniendo de los llanos de Santa Fe, pasa por un paraje llamado Manga de Clavo. Este defecto salta tanto a la vista que los rebeldes, a pesar de su ignorancia, lo conocieron, y para remediarlo construyeron en el centro de la obra un espaldón que existe todavía.

Estas dos razones son suficientes para convencerse de la necesidad que hay de variar la situación del fuerte, y opino que su establecimiento debe ser en la orilla derecha del río Antigua, en el paraje a donde viene la vereda que desde Santa Fe y Paso de San Juan se dirige por Manga de Clavo, y en un altito que hay a tiro de piedra del río de San Juan, y a 14 ó 16 varas del de la Antigua, el cual hice yo desmontar para reconocerlo, y hallé que es el local más a propósito que puede pedirse. Desde él se dominan todos los alrededores, de forma que no hay ni un solo paraje que no pueda ser registrado con el fusil o cañón. Es un punto que no puede ser inundado por las avenidas, el agua no puede cortársele ni impedirse que su guarnición la tome siempre que quiera, y finalmente reúne la ventaja de avistarse desde él la atalaya de la Concepción, circunstancia interesantísima para el establecimiento de la línea telegráfica.

La base de este fuerte conceptúo que debe ser un pentágono regular inscrito en un círculo cuyo radio sea de 4 varas castellanas de longitud, situándolo de manera que uno de los lados del pentágono o de la base sea próximamente paralelo a la orilla derecha del río La Antigua, y resultará por esta colocación que todos sus frentes se dirijan a las avenidas que concurren en aquel punto. No será extraño que vuestra señoría, al ver lo indispensable que es la pronta construcción de este fuerte, y viendo por otra parte la escasez en que nos hallamos, se conceptúe en ahogo [sic] para salir de esta dificultad, pero yo, que quisiera por todos los medios imaginables dejar zanjadas cuantas pudiesen ocurrir a vuestra señoría, no puedo menos de significarle un expediente que lo saque del apuro, y en términos que el expresado fuerte no erogue más costos que los que hayan de invertirse en los precisos jornales de los maestros albañiles que se empleen en su construcción.

Los escombros del destruido pueblo de La Antigua dan, sobrando mucho, todo el material que pueda necesitarse para esta obra, sin más trabajo que acarrearlos de una orilla o otra con las canoas y piraguas que hay allí, pudiendo emplearse en estos trabajos puramente materiales los forzados o presidiarios de esta plaza. Sé positivamente que la actividad y celo del señor teniente de rey de esta plaza ha proporcionado que en la isla de Sacrificios se elabore cal, empleando en este trabajo los presidiarios de San Juan de Ulúa, y por consecuencia se hace sin costo ninguno de la Real Hacienda, y es cosa clara que si vuestra señoría se sirve adoptar este medio queda solventada toda la dificultad.» ( (Ortiz Escamilla, 2008:242-243)

El 1 de septiembre de 1816, el virrey Juan Ruíz de Apodaca informaba sobre el estado del camino militar que se trataba de establecer desde 1812 y que fue una de las dos prioridades de Miyares al venir a la Nueva España en 1815. Por esto, podemos saber que el fortín se estaba construyendo y dispondría de un polvorín situado fuera del fuerte, a una distancia de 1.70 metros y con un tamaño de 3.40 metros, costando 200 pesos de la época. Adentro habría un barracón para la guardia, con pilares de madera, techo tabla o palma y con dimensiones de 10.20 metros de largo y 5.10 metros de ancho. Con un costo de 200 pesos que podría reducirse. Estas mejoras fueron sugeridas para la seguridad de los soldados y el gasto total de 400 pesos se repartiría a partes iguales la Real Hacienda, el comercio de Veracruz y sus vecinos.

Para entonces el fortín insurgente en la otra orilla del río San Juan habría sido ya desmantelado para aprovechar sus materiales. El nuevo fortín terminó sus días pocos años después ante los ojos del periodista Bustamante, quien dejó su testimonio:

«En 31 de mayo de 1821 trepé sobre la cima del cerrito de la Antigua, donde estuvo un fortín puesto por los españoles: acababa de ser incendiado, y sobre sus cenizas calientes tuve la satisfacción de cantar un himno a nuestra libertad é independencia. En este lugar se le hizo la más cruda guerra.» (Bustamante, 1844:199)

EN LA ACTUALIDAD

En los años del presente siglo XXI ya no se encuentran vestigios a flor de tierra o de agua, de ninguno de los dos fortines. Las crecidas anuales del río La Antigua alterando el perfil de las orillas, el paso de los huracanes y la urbanización, así como la construcción de la vía del Ferrocarril Interoceánico desde la segunda mitad del siglo XIX, han borrado todo rastro de las dos fortificaciones, incluso de la memoria de la gente del pueblo de La Antigua.

En el año 2011, el autor de este texto realizó un extenso trabajo de investigación histórica y varias expediciones de campo en solitario, para localizar la posible ubicación de los fortines y reconstruir su historia. Lo consiguió el 23 de octubre del mismo año y parte de su trabajo se dio a conocer en el mes de noviembre a través de varias publicaciones del suplemento cultural El Tlacuilo del periódico LA VOZ DEL SURESTE en San Cristóbal de las Casas.

Lo escribió en forma de crónica narrando sus experiencias como explorador, estudioso de la historia y en una época en que la militarización de la seguridad pública hacía muy difícil estas tareas en La Antigua. El 8 de enero de 2012 publicó una reconstrucción digital del fortín de La Antigua, misma que ha sido actualizada para esta publicación en abril de 2023.

  • El autor es originario de la ciudad de Veracruz, tiene el título de Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Veracruzana, Técnico en Informática por el Centro de Estudios en Computación y Diplomado en Historia del Arte Prehispánico, Colonial y Mexicano por el Instituto Veracruzano de la Cultura entre otros estudios. Es conferencista nacional e internacional, investigador independiente en 25 municipios de Veracruz, asesor municipal en historia militar y civil, artista audiovisual, diseñador y escritor, explorador de rutas históricas y guía-senderista desde hace 15 años. Ha sido galardonados dos veces con el diploma de honor y medalla de la Institución de la Superación Ciudadana del H. Ayuntamiento de Veracruz, por el Conservatorio Nacional de Historia y Civismo además de numerosos ayuntamientos que han reconocido su trabajo. Actualmente es director-fundador del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México, presidente-fundador de la Real Academia de las Artes por la Hispanidad, director de Investigación, Análisis y Proyección Históricas del Proyecto Ruta de Cortés del Consorcio Constructor de Empresas Mexicanas, coordinador-estatal de cultura del Estado de Veracruz en la Promotora Nacional de Economía Solidaria, presidente del Comité Veracruz-Boca del Río de la asociación política nacional Profesionales por México, presidente de la asociación cultural México Hispano, A. C. y de la asociación cultural española Héroes de Cavite en México. Es miembro historiador en Cronistas de Veracruz, A. C., del Patronato de la Casa de la Cultura de Ciudad José Cardel, de los grupos culturales Arte, Ciencia y Cultura, Amigos del Museo Comunitario del Cocuite y en los comités “Conmemoración Batalla de Tolome 1832” desde 2020, “Festejos 180 años del Ilustre Instituto Veracruzano” y “80 años de la escuela primaria Salvador Díaz Mirón”.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Carlos María de, Cuadro histórico de la revolución de la América Mexicana, 2ª. Edición, Tomo II, Imprenta de J. Mariano Lara, México, 1844.

Rivera Cambas, Manuel. Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del Estado de Veracruz. Tomos I y II, 1a. Edición, Imprenta de I. Cumplido, México, 1869.

Trens Marentes, Manuel. Bartolomé, Historia de Veracruz, tomo III, la Guerra de Independencia 1810-1821. Secretaría de Educación y Cultura, Gobierno del Estado de Veracruz, Xalapa-Enríquez, Ver. México, 1948.

Moncada Maya, José Omar. Ingenieros militares en Nueva España, inventario de su labor científica y espacial, Siglos XVI al XVIII. Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F. 1993.

Gaceta oficial. Órgano del Gobierno del Estado de Veracruz-Llave, Tomo CLXI No. 13, Xalapa-Enríquez, jueves 17 de enero de 2002.

Ortiz Escamilla, Juan, comp. Veracruz en armas: la guerra civil 1810-1820. Antología de documentos, México, Universidad Veracruzana, 2008.

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