23 de noviembre de 2024

Clarin Veracruzano

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¿Gustas un café? Parlamento Veracruz. Juan Javier Gómez Cazarín

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El escritor Ricardo Garibay contaba una anécdota. En la campaña de Luis Donaldo Colosio de vez en cuando era convocado por el candidato a sus oficinas para poner a su consideración algunos discursos que aquel consideraba importantes y que merecían que un escritor como Garibay les diera una embellecida.
Juan Javier Gomez Cazarin

Juan Javier Gomez Cazarin

El escritor Ricardo Garibay contaba una anécdota. En la campaña de Luis Donaldo Colosio de vez en cuando era convocado por el candidato a sus oficinas para poner a su consideración algunos discursos que aquel consideraba importantes y que merecían que un escritor como Garibay les diera una embellecida.

Ahí estaba Garibay un día, esperando a Colosio, cuando se encontró a otro personaje. ¿Qué está usted haciendo? ¿No está ocupado?, le preguntó Garibay. El otro se sinceró: No, la verdad es que ahorita no estoy haciendo nada. Garibay se sintió con valor para decirle: Oiga, ¿y si para que haga algo me invita un café? Aquel lo tomó como si nada y le contestó: Sí, claro. Y fue a traerle un café. Era Ernesto Zedillo.

Todas y todos sabemos qué pasó después. La tragedia, la candidatura de Zedillo, su llegada a la Presidencia –que esa fue otra tragedia de seis años-. Garibay nunca olvidó la vez que mandó a buscar un café al que después fue Presidente de la República. En descargo de Zedillo, no sólo no se sintió ofendido por Garibay, sino que lo trató muy bien cuando fue Presidente.

Me acordé de esa anécdota porque el otro día estábamos, en una reunión, diputadas y diputados de Morena que nos disponíamos a participar en una sesión del Pleno. Era temprano en la mañana y casi nadie había desayunado. Alguien tuvo la idea de pedir café y unas picaditas de las que venden aquí cerca del Congreso.

Obviamente no había meseros. No meseros profesionales, porque una amiga generosa, servicial, atenta, bellísima persona, segura de sí misma, carente de complejos, me ofreció café y me preguntó de qué quería mis picaditas. Y no me sirvió café sólo a mí, sino que a varias y varios de los presentes. Era la diputada Margarita Corro Mendoza.

Margarita es diputada por el distrito de Cosamaloapan. Es Presidenta de la Comisión Permanente de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Cambio Climático. Es Secretaria de la Comisión Permanente de Desarrollo Agropecuario, Rural y Forestal. Es Vocal de la Comisión de Salud y Asistencia y Vocal de la Comisión Especial de la Industria Azucarera, Alcoholera y sus Derivados. Es una diputada con muchísimo trabajo y muy importante. Por si fuera poco, en el ámbito privado es licenciada cirujano dentista y es una exitosa ganadera en la Cuenca del Papaloapan.

Y Margarita no es la única a la que he visto hacerlo. He atestiguado gestos idénticos de Adriana Esther Martínez Sánchez, Deysi Juan Antonio, Elizabeth Cervantes de la Cruz, Henry Christophe Gómez Sánchez, Magaly Armenta Oliveros, Raymundo Andrade Rivera, Eric Domínguez Vázquez, Rubén Ríos Uribe (incluso siendo Presidente del Congreso) y de prácticamente todas y todos los compañeros de bancada. En Morena tenemos claro que no cabe la soberbia. Somos humildes porque sabemos que la investidura es prestada por el pueblo.

Mis compañeras y compañeros, como yo, somos inmunes a la vanidad herida de quienes se sienten menos por servir un café, por bajarse del coche a comprar al OXXO, por ayudar a alguien a cargar algo pesado, por agarrar una escoba o un machete, por anudar las agujetas de los zapatos a un amigo.

Quienes critican eso hablan más de su propia inseguridad, su pequeñez de espíritu y sus complejos de inferioridad. Quienes critican eso no causan daño: se ponen en evidencia.

*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.

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