22 de noviembre de 2024

Clarin Veracruzano

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Olvidan vestigios de Hernán Cortés; sin restauración del INAH

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A casi 500 años de que Cortés llegara a Tenochtitlán, los espacios ligados al conquistador están dañados u olvidados

Los restos de Cortés permanecen ocultos en el costado izquierdo del altar de la iglesia de Jesús Nazareno. A la izquierda se aprecia el nicho descubierto en 1946 y a la derecha su apariencia actual.

CIUDAD DE MÉXICO.

La tumba de Hernán Cortés, el embarcadero de las Atarazanas, el Antiguo Templo de San Antonio Abad, la iglesia de la Santa Veracruz y la imagen de Nuestra señora de Los Remedios, en la calle de Tacuba, son cinco monumentos o espacios históricos que están ligados al conquistador español, se ubican en el corazón de la Ciudad de México y permanecen deteriorados o en el olvido.

Así lo muestra el historiador Sergio Fuentes en un recorrido con Excélsior, a tres meses de que se recuerde el 500 aniversario del arribo de Cortés a México-Tenochtitlán.

El primer punto es la tumba del conquistador, ubicada al interior de la iglesia de Jesús Nazareno, que permanece olvidada o casi en la clandestinidad.

El recinto está en República del Salvador y esquina Pino Suárez, a un costado del altar, en donde sólo se aprecia una placa de bronce en donde se lee “Hernán Cortés, 1485-1547”.

Cortés falleció en Sevilla, España, el 2 de diciembre de 1547 y fue enterrado en el monasterio de San Isidro del Campo de esa ciudad.

Sin embargo, en su testamento estableció que antes de que se cumplieran 10 años de su muerte, sus restos serían enviados a la Nueva España, para ser enterrado en el convento de Coyoacán, el cual no se construyó.

 En 1566 los restos fueron enviados a la Nueva España, en una urna que se depositó bajo el altar de la Iglesia de San Francisco de Texcoco –la actual Catedral de Texcoco–, pero en 1794 fueron reubicados en la iglesia de Jesús Nazareno, edificada a un costado del hospital del mismo nombre, el cual mandó construir Cortés para atender a los indígenas enfermos.

Los restos fueron traídos a esta iglesia –administrada por Lucas Alamán– y la caja fúnebre fue colocada dentro una urna con una base y sarcófago de piedra, con un busto de Cortés hecho por Manuel Tolsá.

Hacia 1823, ya consumada la Independencia de México, el historiador Lucas Alamán notó que el rencor hacia lo español persistiría y, preocupado (ante un posible saqueo) y la pérdida de los restos” decidió que fueran removidos y colocados en el muro de esta iglesia, comenta Fuentes.

Ese mismo año, Alamán escribe una carta a la embajada española y detalla el lugar exacto donde depositó los huesos”, añade.

La historia novelada indica que Alamán llegó con un grupo de trabajadores para desmontar el sarcófago, realizar el agujero en la pared  y colocar los restos en una sola noche.

Hacia 1946 se descubrió la carta del historiador y la noticia corrió como pólvora. Entonces se mandó a hacer una exploración en el muro del edificio religioso. Meses después fueron encontraron los restos en una urna de plata con terciopelo negro, la cual fue llevada al hospital anexo para llevar a cabo algunos estudios y posteriormente ser  devuelta al mismo sitio.

Desde entonces, los restos han permanecido en este sitio, con una placa que tiene el nombre de Cortés, su escudo de armas, su fecha de nacimiento y muerte, pero no indica si fue conquistador, general, capitán, primer virrey, primer gobernador”, advierte Fuentes.

Y añade: “Incluso, se sabe que cuando el rey Juan Carlos y la Reina Sofía vinieron a México, en los años 80, visitaron de noche la tumba y aunque ofrecieron ayuda económica para montar algún monumento o una estela, el gobierno mexicano no aceptó. Y la historia se repitió cuando vinieron el rey Felipe VI y Letizia, quienes insistieron en el mejoramiento de la pared y la placa, pero tampoco tuvo eco”.

Así que Cortés permanece como el villano mayor, “con un  sepulcro escondido, como si temiésemos que una vez más, como en 1823, del Congreso de la república salieran voces pidiendo quemar esos restos”, como ha escrito Enrique Krauze.

Dos datos más sobre esta iglesia: resguarda un mural inconcluso de José Clemente Orozco titulado El Apocalipsis, dañado por los sismos de 2017; y según Guillermo de Tovar y Teresa, en su fachada poniente ostenta la portada principal de la primera Catedral de México.

CUATRO LUGARES MÁS

Otro punto olvidado es el embarcadero de las Atarazanas, ubicado en lo que hoy es el Templo y la Garita de San Lázaro, sobre avenida Congreso de la Unión, en donde Cortés atrancó los 13 bergantines que usó para asediar la ciudad prehispánica, aunque hasta el momento el INAH no ha realizado alguna investigación arqueológica concluyente.

Según el Centro de Estudios de Historia de México, las Atarazanas fue la primera construcción española tras la caída de Tenochtitlán y el propio Cortés aseguró en sus crónicas que construyó esa obra para usar la fuerza del agua y tener seguros sus bergantines, “y desde ella ofender a toda la ciudad si en algo se pudiese, y estuviese en mi mano la salida y entrada cada vez que yo quisiese”.

Pero hacia 1535, el nivel del agua descendió, el espacio comenzó a deteriorarse y una vez normalizado el mestizaje, la amenaza indígena desapareció y todo quedó en ruinas.

Otro punto relevante es el Antiguo Templo de San Antonio Abad, ubicado en el número 18 de la calzada San Antonio Abad, en la Colonia Tránsito, donde algunas fuentes indican que se dio el primer encuentro entre el conquistador y Motecuhzoma, explica Fuentes.

Pero el edificio, aunque está incluido en la relación de inmuebles con declaratoria como Zona de Monumentos, permanece en restauración desde hace más de una década y según fuentes del INAH, registró nuevos daños tras los sismos de 2017.

Es cierto que el gobierno de la Ciudad de México mandó poner la reproducción de aquel encuentro en un mosaico, entre Pino Suárez y República del Salvador.

Pero debemos recordar que el encuentro habría sucedido en las afueras de la ciudad y no dentro de ésta”, por lo que tendría que revisarse dicha hipótesis.

Otro edificio ligado a Cortés, sumamente dañado desde antes de 2017 es la iglesia de la Santa Veracruz, construida en 1568 por la Archicofradía de la Cruz, sobre lo que hoy se conoce como Avenida Hidalgo.

Por último, Fuentes refiere la imagen de Nuestra señora de Los Remedios, una escultura en piedra sobre una hornacina, en la parte superior de un edificio que hoy alberga una zapatería, entre Tacuba e Isabel la Católica, la cual evoca el olvido sobre aquella imagen y el momento en que fue utilizada, a lo largo de 300 años como Patrona de la Ciudad y que representaba el triunfo español.

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