Coronavirus: lecciones europeas ante su lenta respuesta
6 minutos de lecturaEn la región de la Lombardia, la más próspera de Italia, la gente siempre está fuera de su casa. En ciudades como Milán, la vida social es intensa. La gente desayuna un café, acompañado de un bizcocho mientras lee el periódico y platica en la barra del bar más cercano antes de ir a trabajar. A la salida se reúne con amigos para tomar el aperitivo antes de volverse a reunir con otro grupo de conocidos para ir a cenar. Esta región italiana tiene una de las tasas más bajas de natalidad en contraste con las altas poblaciones de adultos mayores que por tradición y privilegiada economía acostumbran viajar.
La socialización es su modus vivendi, pero también fue uno de los factores que ayudó a darle una mejor bienvenida al COVID-19, que hasta el lunes pasado registraba 24 mil 747 casos con mil 809 fallecimientos, más de la mitad de muertos que en China, pero donde los casos casi se cuadruplicaban.
Según datos de la Universidad Johns Hopkins, las cifras son de casi 170 mil casos confirmados de COVID-19 en todo el mundo. En China el brote parece haberse estabilizado con más de 60 mil personas recuperadas, mientras en Europa los casos se multiplican por miles cada día y en América el número de casos empieza a crecer. Para los que habitamos en el actual puerto del nuevo coronavirus, ¿qué lecciones nos convendría aprender de la ruta trazada por el amenazante virus?
El médico italiano Cristiano Ravalli, especialista en medicina del trabajo, quien laboró en Milán por más de dos décadas y en la actualidad se desempeña en Niza, Francia, señala que uno de los grandes problemas en Italia fue que el primer caso se detectó al interior de un hospital y en ese trayecto se infectó a muchas personas con salud vulnerable que propagaron el virus rápidamente, “Sin embargo, también pesa que Italia tiene una población muy grande de gente de la tercera edad que se mantiene muy activa y viaja por todo el país, aunque este probablemente no es el único factor, existen otros países europeos que de hecho siguen cifras muy cercanas a las de Italia desde la detección del primer caso. ¿Qué pasará en España o Francia en una semana?”, finalmente se cuestiona.
Ravalli explica que en Francia, hasta el viernes pasado, habían dicho que todo estaba bajo control, sin embargo las escenas cotidianas en Niza eran de gente reunida en bares, restaurantes y playas, concentraciones que son resultado, por una parte, de la propia desidia de las autoridades y, por otra, de que la gente no ha entendido la importancia de evitar concentraciones humanas cuando se vive una pandemia. Hasta el martes 17 de marzo, las cifras de infectados en España superaban los 11 mil casos, mientras que en Francia el número ascendía a 5 mil 500, pero sumando casi 2 mil en los últimos dos días.
CURVAS PELIGROSAS
La llamada curva exponencial preocupa a los expertos. Se trata de matemáticas, no de adivinanzas: para frenar el brote se deben reducir los desplazamientos y las interacciones con otras personas para frenar las oportunidades del virus de extenderse. Mike Ryan, director de emergencias de la OMS, señala que si bien es caro rastrear los casos, es mucho más caro paralizar sociedades. “Esto no es la gripe, es un virus nuevo y hay que tomar las lecciones de otros países que están teniendo éxito y tener una estrategia integral”, ha señalado. “Es esencial identificar y rastrear los casos positivos, pero el único que lo ha hecho eficazmente es Corea del sur”, apunta Ravalli.
El caso de esta nación asiática es particular, diagnosticó tempranamente con pruebas aleatorias aplicadas en 200 mil personas. Concentró 633 puntos de detección distribuidos por todo el país, aplicando alrededor de 15 mil exámenes al día al inicio del brote. Su estrategia dio frutos, pues si bien se han detectado más de 8 mil casos, la detección temprana se refleja en su tasa de mortalidad: 0.9%, que se traduce en sólo 81 muertos.
También Taiwán, Singapur y Hong Kong le mostraron al mundo que aprendieron su lección tras el SARS, identificando infectados y recluyendo rápidamente a la población en sus casas, incluso mediante multas. Por otra parte, Japón demostró que a pesar de tener grandes poblaciones de ancianos, su sistema está preparado con atención eficaz.
El virus inicia su recorrido por América y África. Se pensaba que las altas temperaturas que se viven en algunos puntos de estas geografías dificultarían la entrada del virus; sin embargo, los contagios se extienden.
Inmunidad y permanencia del virus
Precisamente la presencia del COVID- 19 ha puesto sobre la lupa numerosas investigaciones que hablan sobre los virus, el clima, la variación estacional y el sistema inmunológico. Se ha postulado, aunque no probado con certeza, que el sistema inmunitario humano puede cambiar con las estaciones, aumentando su resistencia según la cantidad de luz que experimenta el organismo.
Por otra parte, hay científicos que sostienen que la humedad tiene mucho que ver con el debilitamiento de ciertos virus, precisamente como los coronavirus; sin embargo, el nuevo coronavirus también ha demostrado que puede transmitirse en climas húmedos: Singapur tiene más de 175 casos. Probablemente las variables estarían en el tipo de humedad. En un reciente artículo en la revista Science, Jeffrey Shaman, geofísico del clima en la Universidad de Columbia, sostenía que lo que más importa es la humedad absoluta, la cantidad total de vapor de agua en un volumen de aire. Su investigación respalda la del epidemiólogo Marc Lipsitch de Harvard, para quien las caídas en la humedad absoluta podrían tener injerencia en la aparición de epidemias de gripe, como en las temporadas invernales en las que el aire frío contiene menos vapor de agua.
Aún no está claro por qué una humedad absoluta más baja podría favorecer a algunos virus. Las variables que podrían afectar la viabilidad de la membrana viral podrían incluir cambios en la presión osmótica, las tasas de evaporación y el pH. El material genético de los coronavirus está empaquetado en una membrana generalmente hecha de lípidos, que interactúa con las células huésped durante el proceso de infección y ayuda a esquivar los ataques inmunes. Los virus con estos “sobres” podrían también ser más frágiles y vulnerables a otras condiciones adversas, como el calor y la sequedad durante el verano. Sin embargo, para los científicos apostarle a que el verano termine con el COVID-19 no es del todo realista. Aunque podría haber una disminución estacional del virus en los momentos más cálidos y soleados del año, si hay suficientes personas susceptibles, la pandemia podría continuar.
Además hay nuevas variables que empiezan a conocerse del virus y que explican su alto impacto de contagios. La OMS lanzó una nueva advertencia: los infectados de COVID-19 pueden seguir infectando incluso cuando han superado la enfermedad. La recomendación es que el aislamiento se prolongue mínimo durante dos semanas después de que los síntomas desaparezcan. Por el momento, la única certeza para disminuir los contagios, y con esto el impacto de la enfermedad, la sintetiza Ravalli contundentemente sobre las lecciones aprendidas por los europeos de la peor forma: “La única medida es que todos nos encerremos en casa y seamos responsables, en ocasiones incluso en contra de la calma e irresponsabilidad de nuestros políticos, no hay tiempo que perder”.
FUENTE: VANGUARDIA